En la década de 1960, las mamás se desvivían porque sus hijos parecieran siempre recién bañados y de aspecto impecable. En el caso de las niñas, vestiditos con polleritas paradas que dejaban ver primorosas bombachitas, piernas al aire (aunque hiciera frío), mononas medias con puntillas y zapatos Guillermina. En la cabeza reinaban las trenzas y colitas atadas con cintas de colores que hacían juego con el tono de la ropa; y para ellos, pantaloncitos cortos que dejaban ver piernas violetas en invierno, medias tres cuartos y zapatos con cordones híper lustrados. Obviamente los chicos llevaban el cabello corto peinado a la gomina como papá. Vestidos y arreglados como «muñecos de torta»¿quién podía divertirse, trepar a los árboles o revolcarse por el pasto con el perro? Gracias a Dios, el tiempo todo lo cambia y hoy los especialistas llegaron a la conclusión de que un chico, para aprender, debe investigar, jugar y, desde luego, ensuciarse.
Vivir en un mundo real
La mayoría de la gente le atribuye sólo aspectos negativos a la suciedad, pero el punto de vista de pediatras, educadores y psicólogos, es diferente. «Los niños que no exploran y juegan en el mundo real, es decir, los que no reciben los beneficios de ensuciarse, tienen menos posibilidades de integrarse de forma equilibrada al mundo, lo cual puede llevar al desarrollo de conductas inapropiadas o personalidades neuróticas«, explica el Dr. John Richer, reconocido psicólogo e investigador británico de la Universidad de Oxford, referente de comportamiento infantil.
Otra realidad es que nadie puede generar anticuerpos a las enfermedades sino se tiene contacto o suficiente exposición a los microbios, bacterias o virus que las producen; esta es una de las razones por las cuales se producen epidemias alergénicas en los países desarrollados. El mismo especialista agrega: «Los chicos que viven en contextos rurales son menos proclives a padecer alergia y asma, el contacto con ambientes medianamente sucios ayuda a que el sistema inmunológico se desarrolle antes y mejor«.
¿Por qué no acompañar a nuestros chicos, disfrutando y compartiendo sus juegos, pintando dibujos con acuarelas de colores haciendo uso de nuestros dedos, moldeando muñecos de plastilina o gozando de saltar en los charcos sin temor a embarrarnos un día de lluvia? Después, a inculcarles el hábito del baño, dejándolos disfrutar del agua y el jabón. O enseñarles a lavarse las manitos al llegar de la calle. Decirles, con naturalidad, que el mundo está lleno de gérmenes y que habrá que convivir con ellos tomando precauciones asépticas.
Cuidado con la obsesión por la limpieza
El mejor terreno para que el bebé desarrolle sus habilidades motrices mediante el «gateo» es el piso de su hogar. Si bien, éste debe estar aseado, la mamá tiene que facilitar estas experiencias. Un exagerado concepto sobre la higiene puede retrasar el logro de pautas madurativas y habilidades motrices en el niño. El «no toques, está sucio» es una frase inevitable. Sin embargo, cada vez hay más recursos y productos para controlar la proliferación de gérmenes.
Texto: Adriana Aboy
Foto: archivo Mujer Country