Amboselli es uno de los parques nacionales más antiguos del África Oriental y fue una reserva protegida por más de cuarenta años. Al parque se puede llegar por dos rutas, la más común es la que parte de Nairobi -la capital de Kenia-, que atraviesa al menos 240 kilómetros de una carretera polvorienta y descuidada. La otra alternativa es llegar desde la costa este, desde Mombasa – segunda ciudad en importancia-; ambos caminos son una travesía en sí misma. Se sabe a qué hora se sale pero nunca cuándo se llega, pues es una ruta llena de obstáculos, los baches cruzan la carretera, y hay tramos donde, directamente, se corta. Pero los vehículos todo terreno están ciertamente preparados, hasta para cruzar algún que otro riacho que atraviesa el camino.
Sin embargo, el viaje vale la pena. Llegar a Amboselli es una experiencia única. Este parque es famoso por su belleza serena y por su naturaleza tan abierta. Es una extensa planicie, colorida por hierbas que combinan los más variados matices de verdes y amarillos. Los adictos al safari pueden ir bien tranquilos, deben saber que en esta región es fácil avistar leones, aún desde la ruta y hasta verlos al acecho de sus presas. Pero todo con calma.
Hay animales en todas partes, también en los pantanosos canales donde las familias de hipopótamos y cocodrilos permanecen bajo el agua para soportar el calor. Y, en los llanos, las manadas de gacelas, cebras y ñús parecen no sospechar la proximidad de los depredadores.
También están los búfalos y los rinocerontes, con su aspecto casi prehistórico y, en otra escala, las coloridas jirafas que se deleitan comiendo hojas de la copa de las acacias. Amboselli es también muy famoso por sus elefantes; se estima que en la actualidad habitan en el parque más de 700 y, aunque parezca increíble, estos imponentes mamíferos se pasean, de un lugar a otro, en manadas de a cien.
Día de safari
El tiempo es insuficiente para responder a tantos estímulos. El día se vive sin pausa las veinticuatro horas, con escasos períodos para descansar. Sucede que el ritmo del safari es para el turista un paseo gratificante pero al mismo tiempo agotador. El día comienza mucho antes que de salga el sol, cuando la caravana de jeeps o los globos aerostáticos se proponen ir en busca de los preciados animales. Y termina cuando asoman las primeras estrellas. Sin embargo, nadie abandona la travesía; y cuando lo hace es sólo de a ratos, para gratificarse con un exuberante desayuno, para el almuerzo o la cena. La consigna es concreta: recuperar energías, refrescarse e ir tras las huellas de los depredadores.
Sin embargo, el mejor momento para disfrutar del safari en el parque es el amanecer, cuando los animales ya se despertaron y el monte Kilimanjaro está al descubierto y se deja ver, no más que una hora, porque después quedará cubierto por las nubes hasta el día siguiente. El atardecer, en cambio, muestra una escena que por momentos parece irreal: los mamíferos, descansando todos juntos, bajo los últimos rayos del sol.
Los contrastes
África toda es tierra de contrastes y la sabana no escapa a esta regla. Los animales más feroces conviven con los más indefensos. Es que hay horas para todo, también para el banquete y como criaturas de la misma tierra, ellos conocen y respetan estas reglas.
Pero todo no termina allí, la vida humana también se suma a los contrastes. Es un paisaje pintado por la mano del hombre que, con conciencia o sin ella, está dispuesto a dejar su sello.
Por un lado, la arquitectura rústica y al mismo tiempo sofisticada de los lujosos lodges. Estas cabañas propias del primer mundo que, ofrecen a sus exigentes visitantes los placeres de un cinco estrellas en el llano: lujosas habitaciones, piscina y sala de masajes, y la mejor comida, pero claro, inmersas en un zoológico sin rejas y, a un costo tal que hace que esta experiencia sea solo para muy pocos.
Por otro lado, golpea con fuerza la arquitectura vernácula de las aldeas de los Masai, las tribus indígenas de la región. Estas son curiosas casas de excremento de vaca y paja, hechas por las mujeres quienes siguen fielmente las tradiciones, con dedicación pero también con sometimiento ancestral. Estas aldeas son una verdadera escultura en el paisaje. Se organizan en tres círculos concéntricos, el primero es el cerco hecho con ramas para protegerse de los animales salvajes; en el segundo círculo se ubican las casas y finalmente el interior se destina al ganado. Las casas son conocidas como bomas y escasamente superan el metro y medio; están divididas en tres ambientes: el más grande funciona como dormitorio, en el centro está la cocina y el sector más pequeño se destina al ganado. Pues aunque resulte increíble las vacas y las cabras duermen con la gente, porque tienen que estar a mano al amanecer, cuando las mujeres Masai las ordeñan para ofrecer el desayuno a la familia.
Los Masai comen sólo dos veces al día y tienen una alimentación sencilla que consiste en manteca, carne de cabra y antílope, leche de vaca y sangre, que extraen de éstas haciendo un pequeño orificio en la yugular del animal y tapando luego la herida para evitar que el animal se desangre. A un occidental le puede resultar desagradable, pero se dice que la alimentación y la cultura medicinal de la tribu consiguió que algunos de sus miembros alcancen los cien años, algo impensable en países del este de África donde la esperanza de vida no llega a los cincuenta.
Otras costumbres son duramente impactantes. En la tribu se practica la ablación -mutilación del clítoris- cuando la mujer alcanza los doce años. Y no son pocas las niñas que año tras año mueren desangradas, a pesar de lo intentos del gobierno por terminar con esta práctica.
Aún así, todo parece estar en armonía en Amboselli. Los Masai integrándose con los occidentales, algunos intentando tímidamente romper, aunque sea sólo por momentos, con las reglas y abandonar su cultura ancestral. Los animales acostumbrados a la presencia de los visitantes, mostrándose indiferentes y posando para el viajero. África oriental es así, un territorio salvaje e inimaginable, para recorrer con todos lo sentidos y reflexionar…
Para saber más
La película alemana El Masai blanco, dirigida por Hermine Huntgeburth, transcurre en estas latitudes africanas y cuenta la historia de Carola, una joven que va a Kenia de vacaciones y se enamora de un nativo. El film está basado en la novela autobiográfica de la escritora suiza Corinne Hofmann, quien por amor decide cambiar revolucionariamente su destino y casarse. La mujer debe enfrentar situaciones violentas para su estilo de vida, como la costumbre Masai de beber leche y sangre.
Lodges, campamentos 5 estrellas
Los lodges son, básicamente, campamentos de lujo construidos en un estilo rústico, con madera, piedra y pizarra. Las habitaciones tienen todas las comodidades: son espaciosas, con imponentes vistas al parque y con todos los condimentos de un “cinco estrellas”. En Amboselli hay varias opciones para elegir, entre ellas, las más conocidas son el Amboselli Serena Lodge, una hostería que se encuentra en la zona sur del parque, en el límite de la corriente de lava y junto a una zona pantanosa. Otra alternativa es el Amboselli Lodge, ubicado en la zona de Ol Tukai. La localización y el ambiente son agradables y el lodge tiene piscina y espectáculos nocturnos de danza. Esta zona de los lodges tiene historia, fue en otra época escenario de famosas películas, entre ellas “Las nieves eternas del Kilimanjaro” .
Datos útiles
Cómo llegar. Amboselli se encuentra a 240 kilómetros de Nairobi. La mejor forma para viajar es hacerlo vía Johannesburgo. Son aproximadamente once horas de vuelo hasta Sudáfrica. Entre otras líneas aéreas, viajan Aerolíneas Argentinas, South African, Qatar, Turkish Airlines, TAM y LAN.
Mejor temporada. Kenia se puede visitar casi todo el año. Sin embargo el momento óptimo es de julio a agosto, cuando los animales se desplazan en grandes manadas hacia el sur. También es muy buena época de diciembre a principios de marzo. Conviene evitar la temporada de lluvias prolongadas que va desde fin de marzo a junio, pues muchos de los parques están cerrados.
Safari. Se necesita ropa liviana de algodón. También pantalones y camisas de mangas largas para evitar las picaduras de mosquitos. Aún así, siempre hay que tener a mano repelente, sobre todo en las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde. Las comidas que dan en los lodges están preparadas para complacer el paladar del turista occidental. Quienes quieren probar lo típico, tienen la posibilidad de hacerlo. Los niños también son bienvenidos en Kenia.
Enviada especial: Silvia Guachione (texto y fotos)