Pregunte a quien pregunte, todo el mundo habla bien de la ciudad. “Esta ciudad se te mete en la piel”, me cuenta un camarero mientras me tomo un espresso en la preciosa Piazza delle Erbe. Estoy de acuerdo. Lo raro es que esta ciudad portuaria aún no ha sido descubierta por el turismo en masa y conserva su autenticidad. No hay calles plagadas de tiendas de recuerdos ni vendedores callejeros, sino filas de palazzi y restaurantes adonde van los genoveses.
Palacios espectaculares
Una de las calles más bellas de la ciudad es la Via Garibaldi, un conjunto arquitectónico renacentista y barroco que bien podría estar en Florencia. Estos Palazzi dei Rolli fueron construidos en el siglo XVI por aristócratas genoveses. Las familias más ricas de la ciudad se encargaban de recibir a los visitantes de alto nivel, como cardenales o jefes de Estado.
Los palacios se dividían en diferentes categorías: cuanto más importante era el visitante, más extravagante sería el palacio en que se alojaría. Estos Palazzi dei Rolli solo existen en Génova y constituyen en sí mismos una razón para visitar la ciudad.
Alojamiento con estilo
Para no desentonar con el estilo de los Palazzi dei Rolli, me alojo en el Bristol Palace, uno de los hoteles más encantadores de Génova. Los techos altos, las pesadas cortinas de terciopelo y las gigantes lámparas de araña confieren a las habitaciones un aire propio de la realeza. Alfred Hitchcock se alojó varias veces aquí a principios del siglo XX. Se dice que la escalera de su película Vértigo estaba inspirada en la maravillosa escalera ovalada del vestíbulo, la característica más llamativa del hotel.
La Spianata di Castelletto ofrece las mejores vistas de la ciudad. Enseguida entiendo por qué lo llaman el balcón de la ciudad: una vista panorámica de 360 grados se despliega ante mis ojos.
Ascensor a la colina
Génova es famosa por ser una ciudad vertical. Por toda la ciudad hay ascensores y teleféricos con los que los genoveses suben a las colinas. Me monto en un increíble ascensor modernista en Piazza del Portello. Al llegar arriba, me encuentro lejos del bullicio del centro de la ciudad, en un barrio mucho más tranquilo, agradable y verde, con pintorescas plazas y jardines.
Pesto genovés… y chocolate
A los italianos les encanta comer bien. Y Génova no iba a ser una excepción. La especialidad local es el pesto genovés, el oro verde. Si un restaurante solo sirve cuatro platos, no te quepa duda de que el ingrediente principal de uno de ellos será el pesto. Buon appetito!
Otra especialidad típica genovesa es el chocolate. En una callejuela que da a otra callejuela que da a otra callejuela descubrí la chocolatería más antigua de Génova: Romeo Viganotti. La tienda fue fundada en 1866 y este año celebra su 150 aniversario. El propietario, Alessandro Boccardo, y su hijo Eugenio siguen elaborando auténtico chocolate que atrae a toda la ciudad.
A diferencia del sur de Italia, aquí el chocolate es muy popular. Romeo Viganotti no sigue una receta concreta. “Es algo que siento. ‘Q.B’ (quanto basta) como decimos en Italia”, explica Eugenio. “Significa la cantidad necesaria: echo un vistazo y decido”. Me da un trozo de chocolate. Como un poco y asiento: también lo estoy sintiendo.
La animada Piazza De Ferrari
Cuando vuelvo a mi hotel, paso por la plaza más grande de Génova: la siempre animada Piazza De Ferrari. El agua de su impresionante fuente brilla en la apacible luz del atardecer y la gente se remoja con los últimos rayos de sol. Es una imagen preciosa de una ciudad que he aprendido a amar en muy poco tiempo. El camarero tenía razón: ¡Génova se te mete en la piel!
Texto y fotos: Iris van den Broek.
Fuente: IFLAY MAGAZINE / KLM