La vida de Giselle Itié es en sí misma una telenovela. La actriz brasileña que conquista la pantalla latinoamericana es en realidad mexicana. Allí nació en 1982, hija de una pareja formada por un mexicano y una brasileña, y allí vivió hasta que el drama golpeó a sus padres: el terrible terremoto de 1985, cuando ella tenía apenas tres años, dejó a su familia sin nada absolutamente y fue entonces cuando sus padres decidieron mudarse a la tierra natal de su madre, Brasil, más precisamente a la ciudad de San Pablo.
Fue allí y en Río de Janeiro donde dio sus primeros pasos como modelo para luego iniciarse en la actuación a escondidas de su padre, que no quería que su hija se dedicara a eso, y sin imaginar siquiera que le esperaba un gran futuro: el primer papel importante lo obtuvo a los 19 años, en 2001, en una telenovela llamada Los mayas. Y a partir de ahí empezó a trabajar con frecuencia en la televisión brasileña y también en cine. El salto se dio casi al mismo tiempo en las dos pantallas: por un lado se convirtió en la protagonista de la versión carioca de Betty la fea (La bela e la feia) en 2009 y en paralelo fue convocada para participar en Hollywood de una película escrita, dirigida y producida por Sylvester Stallone titulada The expendables. Muy poco después tuvo una experiencia mucho mayor en la capital de la industria cinematográfica internacional: el director brasileño Walter Salles la llamó para participar en la película basada en el clásico libro de Jack Kerouac On the road. Con todo eso en su curriculum, llegó entonces la oportunidad que le daría un salto a la popularidad más allá de las fronteras brasileñas y que, encima, le daría un salto también a su vida personal.
Un amor de telenovela
Cuando le propusieron hacer a Zípora en Moisés y los diez mandamientos, primero dudó pero luego enseguida quedó fascinada con su personaje: “Zípora es una mujer muy fuerte y es conocida como la primera feminista de la historia y yo soy feminista, soy militante, así que es un personaje que me encantó. Es un personaje que me encantó conocer y hacer. Meterme en su cuerpo y su cabeza”.
También quedó encantada con la producción, el equipo de trabajo y ¡el elenco! Así que aceptó. Era 2014 y para ese momento estaba recién casada con otro galán de la tv brasileña, Emilio Dantas. El matrimonio no iba bien desde el comienzo y todo se precipitó cuando comenzaron las grabaciones, intensas y cotidianas, y Giselle conoció al actor Ghillerme Winter, quien interpreta a Moisés, y pocos meses después ya estaba separada de su marido y blanqueando el romance que lleva un año y siguen millones de brasileños. Ella prefiere no hablar demasiado y se limita a decir: “Estamos felices”. Pero sí va de acá para allá con él y se muestra muy romántica en cada ocasión frente a las cámaras, como la semana pasada cuando estuvieron en Buenos Aires y dieron una conferencia de prensa juntos, o cuando estuvieron en el programa de Susana Giménez. Y aveces bromea con la historia de la ficción y de la realidad: “Yo no tengo la desenvoltura para tener varios maridos, novios o amantes, como en la novela. No la tengo, sea por cultura o educación… Patriarcal, claro. Pero esta historia me llegó al corazón y me la creí tanto que acá estoy. Miren”, dice.
Fascinada con el fenómeno que es Moisés en la Argentina, donde seis mil personas asistieron al Luna Park para ver junto al elenco uno de los capítulos centrales de la historia –Cuando se abren las aguas del Mar Rojo-, Giselle dice que aun sigue sorprendida y muy agradecida por todo el recibimiento que tienen en el país. “La clave del éxito de la telenovela en tantos países tiene que ver con la necesidad mundial de tener fe y esperanza, de creer que hay algo superior que va a poder salvarnos de un mundo cada vez más duro y difícil. Vemos es que todo se pone cada vez peor. Y que necesitamos tener mucha fe para poder seguir adelante”.