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17 de diciembre, 2016

Komodo, la isla de los dragones

Esta pequeña isla de Indonesia tiene playas paradisíacas e insólitas: una de ellas con arenas rosadas. Pero además, es una joya submarina que todos los amantes del buceo sueñan con visitar y unos habitantes únicos en el mundo: los dragones de Komodo.

 

Ubicada en las islas menores de la Sonda, Komodo se encuentra entre la isla de Sumbawa al oeste y la de Isla de Flores al este. Tiene una extensión de 390 km² en los que cabe toda la magia de playas bellísimas y una población casi fantástica: los famosos dragones de Komodo, una especie de reptiles de cuatro patas, 3 metros de longitud y unos 70 kilos de peso que no existen en ningún otro lugar del mundo.

Komodo y las islas próximas de Rinca, Gili Damasi, Gili Motang y Padar conforman desde 1980 el Parque Nacional de Komodo. Junto con algunas partes de la isla de Flores, el Parque es el único hábitat natural del dragón de Komodo, un animal único que ha justificado la inclusión de la zona en la lista de Patrimonios de la Humanidad por la Unesco. Además, la isla es un destino popular entre los buceadores, ya que su origen volcánico le da una riqueza submarina asombrosa: desde mantas hasta tiburón ballena, tortugas y peces de infinitos colores que viven entre corales de también infinitos colores. Por todo esto, desde el 11 de noviembre de 2011, es una de las siete maravillas naturales del mundo.

La isla pertenece al Cinturón de Fuego del Pacífico y es por lo tanto de origen volcánico. Su punto culminante es el monte Satalibo (Gunung Satalibo), de 735 m de altitud. El clima depende de la altitud y de los vientos monzones. Con bosques semitropicales en los altos de las montañas, que mantienen una humedad constante todo el año, el resto de la isla tiene una larga estación seca de 8 meses y recibe fuertes lluvias estacionales de noviembre a marzo soplan vientos del oeste, mientras que de abril a octubre vientos secos del este.

Su población principal es el pueblo de Komodo, en la costa este de la isla, cuyos habitantes viven de la pesca y de las actividades que se desarrollan en el Parque Nacional de Komodo. Su población era de aproximadamente 30 personas en 1928, pero debido a la inmigración de otras islas de la región, hacia fines del siglo pasado alcanzó los 1169 habitantes. El resto de los isleños, en total hoy son unos 2 mil, se reparten en unas pocas aldeas diseminadas por la costa de la isla. Proceden de Sumbawa, Flores y el sur de Célebes. La mayoría de la población practica el Islam, y existe una minoría cristiana e hindú.

El Parque Nacional de Komodo

Fundado en el año 1980 con el objetivo de proteger al dragón de Komodo (Varanus komodoensis), luego el objetivo se amplió hacia la protección de la flora y de la fauna de la región, que incluye en total unos unos 1.238 km², de los cuales la mitad son terrestres y la otra mitad marítimos. Desde 2011, es una de las maravillas naturales del mundo.

El “dragón de Komodo”, también llamado monstruo de Komodo y varano de Komodo, es una especie de saurópsido de la familia de los varánidos, endémico de algunas islas de Indonesia central. La primera vez que científicos occidentales estudiaron los dragones de Komodo fue en 1910. Es el lagarto de mayor tamaño del mundo y un “súperpredador” de los ecosistemas que habita: si bien se alimentan principalmente de carroña, también cazan y tienden emboscadas a sus presas, que incluyen invertebrados, aves y mamíferos. Sin embargo, aunque tiene fama de animales temibles, lo cierto es que en la actualidad son una especie amenazada en estado salvaje –por la actividad humana- y fue para protegerlos que se creó el Parque Nacional. Los dragones de Komodo viven unos cincuenta años y se encuentran entre los pocos vertebrados con capacidad de reproducción por partenogénesis; esto es que las hembras pueden poner huevos viables en situaciones de ausencia de machos.

Aunque los dragones son la imagen icónica de Komodo, el Parque Nacional Komodo acoge también el mejor buceo del país. El mejor lugar para sumergirse en esta zona protegida es desde Labuan Bajo, en la isla de Flores, donde se pueden ver especies como peces escorpión o peces piedra, caballitos de mar, camarones, cangrejos, tortugas, jureles gigantes, peces Napoleón y corales. Para los que cuentan con un poco más de experiencia, Sebayor Kecil es uno de los lugares más recomendables, ya que acoge especies submarinas como rayas, meros, pargos, barracudas y tortugas; y Tatawa Besar, donde se puede hacer buceo a la deriva por corales y arrecifes y encontrarse con tiburones de punta negra, mantas, tortugas y otras especies de peces. Y los más expertos tienen Batu Bolong, con una pronunciada pared vertical y especies submarinas como peces ángel, peces loro, anguilas, cangrejos, tiburones, jureles gigantes, mantas raya y atunes, todo un espectáculo variado en un mismo buceo. Allí cerca está el Manta Point, un enorme arrecife muy frecuentado por rayas. En la parte norte del Parque Nacional Komodo están Castle Rock y Cristal Rock, donde entre una gran diversidad, se ven tiburones grises de coral, tiburones de punta blanca y de punta negra, bambú, peces cocodrilo, rayas águila y jurel gigante.

Y por si a Komodo le faltara alguna curiosidad, está Pink Beach, la playa de arenas rosas que es tan paradisíaca sobre el mar como bajo la superficie: ideal apra el buceo y el snorkel, rodeado de todo tipo de peces coralinos de todos los colores.

Quienes prefieran la tierra, también hay una diversidad de propuestas de trekking para hacer en las distintas islas y, un imperdible: visitar Wae Rebo Village, una aldea de la cultura Manggarai. Declarado Patrimonio Cultural por la Unesco en el 2012, está ubicado a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar  y por eso se le conoce como “el pueblo por encima de las nubes”. Es el único poblado que aún conserva las características casas “Tambor” –Mbaru Niang-, con forma cónica y dispuestas de manera circular. Están construidas con hojas de palma o paja y en su interior tienen 5 plantas, todas ellas con su función. No es fácil llegar, ya que sólo se accede a pié y lleva casi tres horas en subida alcanzarlo. ¡Pero vale la pena!