Este sitio funciona únicamente en las ultimas versiones de los navegadores.
Por favor, actualizá tu navegador.

Suscribite a nuestros newsletter - enterate de todas nuestras noticias

Quiero suscribirme a...




Search
9 de abril, 2017

Máximo Ravenna: “Hay que buscar el placer fuera de la comida”

No le gusta que lo llaman referente, pero basta con decir su nombre para que todo el país y más sepan quién es y a qué se dedica. Acaba de cumplir 70 años, con más de la mitad de su vida dedicada a combatir la obesidad. Aquí habla de su tratamiento, su fama de estricto, sus propios cuidados y las dietas de moda.

 

Dedicó más de la mitad de su vida dedicada a la investigación, al desarrollo de un método, a la atención de pacientes, a la creación de grupos, a la difusión de su saber. Desde que comenzó en 1972 a coordinar grupos de reflexión en la Clínica Cormillot cuando tenía apenas 25 años, pero ya era un médico de la UBA y empezaba a interesarse y de inmediato a especializarse en psicoterapia general primero –se formó en la Primera Escuela de Psicoterapia para Graduados- y luego específicamente vinculada con la obesidad –una gran cantidad de cursos  y entrenamiento de post-grado, varios en Harvard, pasantías y congresos-. En el medio, y mientras tanto, creó y coordinó en 1987 los Grupos Intensivos para pacientes que salían de internaciones por problemas de obesidad y, luego, en 1993, inauguró su propia clínica, el Centro Terapéutico Dr. Máximo Ravenna. Desde entonces, atendió unas 80 mil personas a lo largo de 25 años, multiplicó el método en franquicias en todo el país, Paraguay, Uruguay, Brasil y hasta España. También ocupó miles de horas en charlas, congresos, entrevistas y escribió seis libros que acompañan su recorrido, entre ellos, el último,  Más vida, menos kilos (Grijalbo). Así, hoy basta con decir su apellido para que todos sepan de quién se habla y a qué se dedica. Pero a él no le gusta que lo llamen así: “Yo soy un valiente que se animó a ir contra la corriente y que por eso tuvo que aguantarse varios ataques, pero nunca dejé de ir para donde creía que tenía que ir y ahora cada vez me dan más la razón”.

–¿Cómo empezó a interesarse por el tema de la obesidad?
–Primero empecé por mí y no por el tema. Después comenccé a trabajar en esto por casualidad, seguí y me gustó. Sobre todo el tema del trabajo en grupos, que hacía desde adolescente en campamentos y esas cosas. Y como jefe de internación de la Clínica Cormillot descubrí un interés mayor y fui desarrollando mi capacidad en eso. Pero empezaba a ver los problemas de las personas cuando dejaban la internación y entonces en el año 87 se me ocurrió poner en marcha un tipo de trabajo diferente, con grupos compactos, modulares y diarios, que es la base de mi método todavía.

–¿Qué descubrió que entonces no se tuviera en cuenta?
Me di cuenta de que la conducta del obeso era muy igual a la del alcohólico y la del adicto. Y que el método tenía que ser estricto como en esos casos, muy riguroso, sin permitidos ni comidas gratificantes. Porque la mayoría de la gente que tiene este problema no sabe gratificarse con una cosa porque es poco, ni con dos porque es insuficiente. Hace falta una contención diaria para mantener los límites y sobre todo el ánimo, que es fundamental.

–Decía que empezó primero por usted, ¿tuvo problemas con el peso alguna vez?
–No, no, jamás. Ni tampoco tuve gordos en la familia. Jamás fue un tema para mí sino que me interesaba. Pero fue más casualidad. Ni siquiera el tema era tan grande entonces, porque en ese tiempo la gordura le pertenecía al 12 o 15 % de la población y hoy le pertenece al 50 o 60 %. Hoy es una pandemia pero cuando yo empecé me interesaba el ingreso clínico, lo piscoterapéutico, conductual, cognitivo, los sistemas gestálticos, la terapia racional emotiva… Y esto tenía mucho que ver con este tema.

–¿Con qué tiene que ver la adicción a la comida?
–Tiene que ver con ciertas comidas que tienen primero una acción intensa sobre el gusto a nivel del paladar, que producen hambre más que saciedad porque despiertan mucha insulina y mucha grelina, que es la hormona que regula el apetito. Después empiezan las acciones encadenadas en el cuerpo y en el cerebro, porque el azúcar despierta a los neurotransmisores…

–O sea que no es una cuestión genética ni neurológica…
–Hay una sensibilidad especial probablemente genética en la gente gorda de chica, pero en los gordos de grandes, que son la mayoría de hoy, el comer y comer es lo que enloquece, lo que se llama el “adipostato”, que es el que marca lo que debe pesar un cuerpo: el cuerpo empieza a creer que tiene que pesar más y el cerebro se siente cómodo con el goce hedónico que uno le da.  Eso es lo que más se está estudiando ahora: las calorías son retenidas porque el cuerpo cree que tiene que cuidar un peso alto, porque el sistema regulador está acostumbrado a ese peso. Se trastoca el sentido de la nutrición suficiente y se incrementa el sentido del ingreso irrestricto y continuo de comida. Sólo así se entiende que una persona pueda llegar a pesar 200 kilos.

–¿Hay un perfil del paciente?
–Sí, lo hay en parte, pero también es un problema cultural. El paciente gordo es un paciente muy particular, al que no se le puede aplicar una comprensión psicoanalítica. Hoy en día está mucho más confirmada la idea de que una parte grande del comer tiene que ver con la adicción al alimento, que no es alimento sino que es comida y que tiene un efecto inflamatorio, adictivo, repetitivo. Y esto se ha comprobado a partir de las neurociencias, que permiten comprender por qué, cuando se pone en marcha el cerebro hedónico, el cerebro racional –la corteza prefrontal– desaparece. Y entonces cuando uno le pide al paciente que ponga fuerza de voluntad, no puede, porque no la tiene. Y entonces tienen que apelar a otra cosa para salir.

–¿Es una batalla cultural?
–Sí, sin duda. Porque de lo que uno come hoy, el 65% esta modificado en su composición natural y está lleno de aditivos y conservantes. Tenemos 60 % de gente gorda y eso no es un problema personal-emocional de nadie. En todo caso es un nivel muy alto de estrés, pocas horas de sueño, un incremento excesivo en lo que es el placer, que lleva a un pensamiento infantil de “puro goce”. Y también conductual: que el paciente aprenda que tiene que renunciar a ciertos alimentos. Porque es muy difícil que alguien  tenga compulsión de brócoli, de berenjenas o manzanas. Pero es muy fácil que tenga compulsión con las medialunas.

–O sea que la comida genera la adicción.
–Claro, a la gente que come de manera más natural le resulta mucho más fácil mantenerse. La locura de comer es una locura intermitente. Si a una persona le sacan la comida gatillo, no enloquece. La desintoxicación es rápida y no hace abstinencia. De la misma manera la adicción vuelve rápido porque cuando entra comida se debilita bruscamente todo el sistema de sostenimiento. Por eso acá nunca hemos dado una pastilla para adelgazar ni recomendado una cirugía bariátrica.

–¿Se trata de aprender a comer?
–No, se trata de aprender a dejar de comer. Y de saber que la comida de hoy no es la de hace 40 años y que a los 50 años uno no puede comer lo mismo que a los 30.

–¿Está en contra de la cirugía?
–No la utilizo por impráctica, porque hay muchos efectos secundarios y hay muchos intereses creados detrás. Por supuesto que si algún paciente no da pie con bola con nuestro método y lo quiere hacer, le explico los riesgos. Porque estamos llenos de pacientes reengordados de la cirugía porque viven muy abstinentes de comida porque el resultado no nace de un trabajo mental sino de una imposición de afuera.

–Usted tiene fama de ser muy estricto…
–No, no es que sea súper estricto. Soy una persona que sabe que si el tratamiento no se maneja con firmeza, y uno se pone permisivo, lo único que hace es asociarse a la enfermedad y no a la salud. Entonces el paciente viene con toda una cantidad de manipuleos y seducciones que hace que convivan en el las ganas de seguir comiendo con el deseo de adelgazar. Entonces yo confronto fuertemente por mi formación y no le tengo miedo. Tengo una intolerancia a la falta de compromiso y a la falta de respeto al grupo. Es algo que exijo a quienes vienen: “Acá no se jode”. Porque estamos hablando de salud, entonces hay una flexibilidad en el trato a los kilos demás que después a los 60 años vas al médico y resulta que tenés hipertensión, diabetes, colesterol, hígado graso, el corazón agrandado, ¿dónde está el chiste del placer de comer?

–¿Es una presión ser un referente de la salud y la dieta a la hora de vivir su propia vida?
–No soy un referente. Soy un valiente que se animó a ir en contra de la corriente y soy un buscador constante, un curioso. Cuando empecé a hablar de adicción, me miraban como si me hubiese ubicado en un extremo y ahora todos hablan de eso. Muchos decían que las dietas hipocalóricas eran malas para la salud, y hoy se las dan a bebés y chicos para enfermedades autoinmunes. Nunca me adosé a la rutina de lo que había que hacer. Cuando comencé mi campaña contra la harina, era polémico. Y ahora todos hablan de dietas sin gluten. Hoy todo está en revisión y yo me animé a revisarlo antes… Nadie puede acercarse a la cantidad de pacientes y clínicas que yo tengo. Y son puestos por ex pacientes que quieren llevarlo a sus ciudades o provincias o países. Y funcionan bien, aunque Ravenna no esté ahí.

-¿Cuál es el método personal de Ravenna?
-Soy una persona activa que trabajo mucho pero que también me encantan distenderme. Tengo responsabilidad. Me interesa la agilidad y hago tenis y hago deportes desde hace mucho tiempo. No me gusta verme físicamente mal ni tener panza, ni esconderla. Ahora por ejemplo estoy bajando dos o tres kilos que se me hace difícil porque tengo una rodilla mal. Yo le pongo actitud y compromiso y responsabilidad. Y por eso confronto con la gente que no pone toda la garra para las cosas que supuestamente quiere tanto y les digo: me parece que entonces no querés tanto esto que decís.

–¿Está mal decirle a un gordo que está gordo?
–Cuesta decirlo porque parece que uno lo está juzgando al otro. Pero quizá decirlo a un amigo desde la preocupación por su salud y llevarlo a algún lugar… está bueno. En general la respuesta es que está bien por dentro… Nadie que tiene muchos kilos de más puede estar bien por dentro. Algo pasa. Yo tengo una frase que la digo o no, dependiendo de la confianza y es: “Cuando la lata está hinchada, lo podrido está adentro”. Entonces algo pasa, algo no está en buen estado.

–De las nuevas tendencias de ejercicios y dieta, ¿hay alguna que le parezca peligrosa o que no recomiende?
–Yo no estoy de acuerdo con los crudívoros, no estoy de acuerdo con las dietas vegetarianas porque creo que el hombre es un animal carnívoro y que la carne, aunque en exceso pueda tener contras, aporta aminoácidos y proteínas de las más saludables.

–¿Un consejo para adelgazar?
–Comer no es placer. Comer es nutrirse y alimentarse, y un poco de placer. Y ese placer no es suficiente, salgan a buscar placeres en otros lados, que los hay y muchos en la vida.

 

Tips para volver a comer bien después de las vacaciones

  • Comenzar con un plan alimentario adecuado de inmediato. Se necesita un corte que permita recuperar el equilibrio perdido.
  • Lo primero es organizar la alimentación y buscar estrategias fáciles, prácticas y sencillas para cada día, adaptadas a la propia vida.
  • Planificar con anterioridad los menús: pensar cuáles son los momentos más difíciles del día. El realizar 4 comidas y no saltear ninguna  ayuda a no tentarse con alimentos que no se deben  consumir.
  • Debemos incorporar colores a nuestra dieta con la inclusión de verduras y frutas enteras de temporada que nos aportan baja concentración calórica, fibra, vitaminas, minerales, y antioxidantes (son aquellas sustancias que previenen el envejecimiento precoz).
  • En cuanto a las proteínas es conveniente seleccionar carnes magras, lácteos descremados, huevo y claras de huevo.
  • También es importante incorporar legumbres y cereales integrales que los podemos acompañar con vegetales crudos en diferentes preparaciones, para realizar viandas para llevar al trabajo
  • Evitar los alimentos como dulces, azúcares, snacks y golosinas, y sobre todo las harinas refinadas, los productos de panadería y los cereales no integrales fundamentalmente por su elevado poder adictivo.
  • La hidratación no puede dejarse a un lado. El agua es esencial para que nuestro organismo funcione adecuadamente. Debemos incorporar 3 a 4 litros de líquido en forma de agua, infusión, (té, café, mate) caldo, jugos diet, aguas saborizadas, en menor proporción las gaseosas diet.
  • Controlar la cantidad de bebidas colas y café que poseen cafeína que es un potente estimulante,
  • Buscar sabores agradables neutros no estimulantes de la papila gustativa, para no favorecer las ganas de seguir comiendo.
  • Una alimentación adecuada permite evitar el estrés y la fatiga, es por eso que debemos consumir alimentos ricos en triptófano que es el precursor de la serotonina.
  • La serotonina es un neurotransmisor que influye en la sensación de placer y bienestar
  • Los alimentos que debemos seleccionar son los vegetales, frutas frescas, cereales integrales, legumbres, pescado y pollo.
  • Debemos evitar el alcohol porque primero produce un estado de euforia y luego, desmejora el estado anímico.

 

Texto: Paula Bistagnino.
Fotos: Diego García.