Los más pequeños llenan a sus papás de ocurrentes preguntas. Están conociendo el mundo y necesitan que sus mayores los guíen. Por eso, cuando aparece el inevitable «¿de dónde vienen los bebés?», sin dudas hay que decirles la verdad.
«Por lo general, las preguntas empiezan cuando surge el reconocimiento de la diferencia entre los sexos, alrededor de los 5 años», explica la psicóloga Victoria Pacheco. «Con un niño, siempre hay que ir con información verdadera pero a esta edad, si se le habla de forma técnica es también una manera de no decir nada porque no va a entender nada. Si se le habla de vagina, espermatozoide y óvulo es complicado. Se trata de decir una verdad que el niño pueda entender».
La especialista nos cuenta que hay libros que ayudan a los padres a trasmitir estas cuestiones. Por ejemplo, ¿De dónde venimos?, de Peter Mayle, presenta ilustraciones que sirven como apoyo para hablar con un peque. «También hay que preguntar a los chicos qué es lo que quieren saber para responder realmente a lo que a ellos les hace pregunta. Y no hay que tener miedo de hablar. Si uno dice cosas que el niño no está preparado para escuchar, van a quedar a un lado y aparecerán en otro momento o le van a generar más preguntas».
Pero cuando se habla de este tema, no sólo se trata de explicar cómo se produce físicamente. «También se puede trasmitir cómo se van construyendo los vínculos entre los padres: que primero se conocieron, se gustaron, que luego empezaron a quererse y a construir algo juntos, y más tarde tuvieron el deseo de tener un hijo. No sólo se puede trasmitir lo biológico también es importante este otro aspecto», aclara la psicóloga.
Los papás no deben quedarse sólo con la esfera fisiológica, transformando al cuerpo en algo separado de lo psicológico. Es importante ampliar el espectro porque el acto sexual no lo explica todo e incluir al amor y al deseo en estas charlas.
Si tus hijos ya pasaron la infancia y están en la adolescencia, enterate cómo hablar con ellos sobre sexualidad en esta etapa.
Asesoró: Victoria Pacheco, psicóloga
Texto: Soledad Cotelo