Muchas veces resistimos la tentación de una siesta o un descanso en medio del día porque pensamos que es innecesario, “una pérdida de tiempo”. En ese sentido, el doctor Daniel Cardinali, médico investigador y doctor en Ciencias biológicas, explica que “quienes se precian de dormir sólo 4 horas cometen una estupidez, ya que dormir poco o mal produce enfermedades. En primer lugar, la ansiedad, que puede evaluarse durante la vigilia: una persona que tuvo un buen sueño se levanta sin ansiedad, con optimismo y más energía”. Y agrega: “sucede que durante el sueño el cerebro despliega una intensa actividad. El sueño tiene importancia crucial para el aprendizaje, la formación de recuerdos y la preservación de una cantidad de procesos que nos mantienen saludables”.
Incluso, en ocasiones el sueño produce ansiedad… porque nos llevamos a la cama todos sus problemas. Y eso en general es producto del apuro con el que vivimos a diario. En esos casos el uso de ansiolíticos es útil, pero por un tiempo corto, hasta que baje la ansiedad, y siempre bajo supervisión médica. Si la automedicación es peligrosa, en estos casos más aún. De hecho, está comprobado que nuestro país es uno de los mayores consumidores de ansiolíticos en el mundo.
¿Son exagerados los conceptos que manifiesta el médico? Parecería que no, teniendo en cuenta que los estudios sobre sueño se ha visto que “en los últimos 40 años hemos perdido 2 horas de sueño por noche, es decir un 25 % de lo que dormíamos en los años 70 y ganamos en estrés, obesidad, hipertensión, pérdida de memoria y propensión a accidentes. La medicina ya dio su veredicto: dormir bien es necesario para el bienestar general”, asegura el doctor Cardinali.
¿Por qué hay que dormir?
Cuando dormimos, además de recargar pilas, el cerebro aprovecha para reorganizar la información. Eso explica que muchas veces nos acostemos pensando en algún problema y al levantarnos a la mañana siguiente encontremos fácilmente la solución que no habíamos visto antes. Otros especialistas agregan que el sueño es necesario para la vida y juega un papel restaurador para el organismo que conduce a una sensación de recuperación después de una noche de buen sueño.
La reducción de las horas de sueño, los horarios irregulares, el aumento del estrés de la vida cotidiana, los problemas económicos, son los principales responsables de un sueño de mala calidad. Es muy frecuente ver a jóvenes que llegan somnolientos a la escuela, encuentran a maestros también somnolientos y son conducidos por choferes de vehículos públicos mal dormidos.
Insomnio, el enemigo Nº 1
El insomnio es el mayor problema para dormir, y trasciende los niveles culturales y socioeconómicos. Por eso, los especialistas afirman que eso constituye un problema de índole social, ya que hay en la calle más gente somnolienta que alcoholizada. Es importante cambiar algunos hábitos para compensar esas horas no dormidas a causa de las obligaciones que impone el trabajo o la escuela, y pensar que el sueño es necesario para una vida saludable y optimista.
Si bien es cierto que la necesidad de sueño varía con las personas, pueden ser 6, 9 o 12 horas, pero cada uno debería poder dormir las horas que necesita, las que le indica su reloj biológico. Pero si se va a la escuela o al trabajo o cualquier otra actividad en la mañana, estamos ante un problema. Por eso es tan perjudicial demorar el sueño para revisar el correo electrónico, mirar el capítulo de una serie en la tablet o avanzar en un videojuego; eso puede producir el mismo desajuste horario que un vuelo prolongado. Ese efecto, que tiende a aumentar la somnolencia diurna y la vigilia nocturna causa lo que ya se conoce como jet lag social. Este nombre fue usado por el grupo de investigación de Till Roenneberg, de la Universidad de Munich, Alemania, para describir cómo influye en el reloj biológico el cambio de horario en invierno y verano para aprovechar mejor la luz diurna. Enseguida el término se extrapoló a la tendencia actual de suprimir el sueño en su etapa inicial.
El reloj biológico nos dice cuándo tenemos que dormir, pero eso no siempre coincide con el momento en que podemos dormir. “Por eso usamos el despertador”, explica el equipo de Roenneberg. El uso del despertador induce a la privación crónica del sueño. El 80 % de la población deja de dormir antes de tiempo para cumplir con sus obligaciones.
Otra cosa que influye en nuestros hábitos son los usos sociales y las nuevas tecnologías. En 2014 el Premio Nobel de Física se entregó a tres científicos japoneses que inventaron el Led. Un gran avance para la economía y la iluminación. Pero, a la vez, el led emite luz en la región azul e inhibe la producción de melatonina en los humanos, la gran inductora del sueño, al mismo tiempo que refuerza el sistema inmunológico. Si emitiera luz roja esto no ocurriría y será quizás el próximo paso. Por eso es que se recomienda no estar pegado a las pantallas de computadoras, tablets, teléfonos celulares, cerca de la hora de dormir, porque éstas son de led.
Tácticas para mejorar los malos hábitos
* Utilizar la cama sólo para dormir o tener relaciones sexuales en ella, evitando comer, leer, ver la TV o escuchar la radio.
* Mantener un horario de sueño constante, levantándose todos los días a la misma hora.
* No prolongar las horas de sueño durante el fin de semana.
* Practicar ejercicios físicos diariamente, siempre durante la mañana o en las primeras horas de la tarde.
* Procurar un ambiente confortable en el dormitorio, sin ruido y sin temperaturas extremas.
* Tener un horario de comidas regulares y apropiadas, lo más alejado posible de la hora de dormir. Abstenerse del consumo de drogas, estimulantes, (cafeína, nicotina, alcohol, etc) y de medicinas que provoquen insomnio.
* Evitar la “rumiación” de los problemas al acostarse, los reproches, planteos o discusiones a la hora de dormir.
* Si cuesta conciliar el sueño, evitar las siestas largas durante el día. De todos modos, ser más flexible en esto con los mayores.
Texto: Silvia Ostrovsky.