El arte público, en particular algunas de las obras más vanguardistas de nuestro tiempo, muchas veces se topa con la resistencia de los ciudadanos porque transforma demasiado los espacios. Pero en este caso, sucedió lo contrario.
Fue en Jerusalén: los ciudadanos pidieron a las autoridades que dejaran para siempre una instalación en sus calles. Se trata de WARDE, una original iniciativa que surgió con la participación de los habitantes, y que “vistió” una calle con flores gigantes e interactivas que respondan a la presencia de personas.
Desarrolladas por arquitectos, las cuatro flores le dieron una impronta completamente nueva a la calle: sus pétalos inflables se abren cuando un peatón pasa debajo de alguna de ellas y miden diez metros de diámetro. Y cuando el transeúnte se aleja, la flor se cierra y cae, pero la estructura se infla de manera tal que no pierde su forma de flor.
El arte público, en particular algunas de las obras más vanguardistas de nuestro tiempo, a veces encuentra un difícil camino hacia la armonía con la comunidad circundante.
Las flores también se abren cada vez que llega el tranvía, por lo que funciona como señal para los viajantes cercanos. Por la noche, la base de los pétalos se enciende y le da una impronta absolutamente única a la calle.
El proyecto fue desarrollado como una forma de mejorar el aspecto y la atmósfera general de la plaza del mercado. Y lo mejor fue que Israel allanó el camino para que la obra fuera aceptada por los habitantes, y perdurara allí, gracias a su iniciativa de hacerlo con participación directa de la comunidad.
Mirá el video de las amapolas de Jerusalém en acción.