Tiene 55 años recién cumplidos y orgullo por ellos. Lejos de los estereotipos de las modelos y actrices que padecen el paso del tiempo, Andrea Frigerio dice que nunca tuvo crisis con su edad y que, si bien se ha ocupado y se ocupa de cuidarse, nunca hizo nada que atentara contra ella por verse bella. “No me gustaría no reconocerme en el espejo, convertirme en otra. Y me parecería una falta de respeto a Dios, que fue el que creó todo lo que está sobre la tierra. Siempre me dio terror pensar en que se pudieran borrar mi mamá y mi papá de mi cara. No quiero eso: yo soy ellos y quiero parecerme a ellos”, dice la ex modelo, conductora, empresaria y actriz, que acaba de regresar del Festival de Cine de Venecia, donde la película El ciudadano ilustre, que coprotagoniza con Oscar Martínez y Daddy Brieva, fue ovacionada.
-¿Imaginabas vivir este momento?
-No, no, jamás. La verdad es que fue algo que no me lo esperaba para nada, porque nunca había estado en un festival de cine. Hice mucho teatro, mucha televisión y nunca había hecho cine así que todo lo que trae el cine, y esto de circular por el mundo y dar entrevistas a periodistas de otros países… No dejo de sorprenderme. Caminar por la red carpet y entrar a esa sala repleta. Me pasa que no lo puedo creer… Tuve la suerte de ser elegida para un personaje que no es el que habitualmente me piden, que es más bien el de la señora regia.
-Tu personaje es una mujer de un pueblo, casada, sumisa, que resignó todo para dedicarse a la familia. ¿Te reconocés en algo de Irene?
-El único punto en común es que yo soy una mamá y una mujer que elige la familia como formato. En eso Irene podría tener un punto en común conmigo. Pero con la diferencia de que yo no resigno mi vida. Yo banco y acompaño a mis hijos, pero ellos me bancan y me acompañan a mí. Y es igual con mi marido. Todos nos bancamos y nos apoyamos, para que cada uno pueda hacer lo que quiere y sea feliz.
-Vos sos muy cuidadosa de tu imagen, ¿cómo te viste en la pantalla?
–Físicamente me vi muy diferente a mí, maquillada “en contra” digamos. Pero justamente me gusta mucho el no verme a mí en pantalla, sino a un personaje que no se parece a Andrea. Porque lo que queda es el desafío de componer. En cambio, cuando te eligen por el physique du role, quedás encasillada en un tipo de personajes. Hace poco leía que la actriz Charlize Theron, que es bellísima, cansada un poco de que la llamaran solamente para hacer de chica linda, decidió autogestionarse su propia película, Monster. Y terminó ganado el Oscar por ese papel.
-¿Te pesa el paso del tiempo?
-No. Nunca me pesó y nunca tuve crisis. Creo que lo que te pasa con el paso de los años depende mucho de la curva que cada uno tenga trazada en su imaginación. En el caso de la mía son como dos ejes cartesianos, X/Y, y lo que hay es una curva ascendente: crecer, crecer, crecer hasta despedirse e irse. Si uno tiene esa curva proyectada en su cabeza, no puede vivirse mal el paso del tiempo.
-¿Cuál es el secreto de eso?
–Creo que se trata de ponerle buena energía a todo lo que uno hace. Y de creer en lo que uno hace. Yo creo en todo lo que hago y le pongo buena energía. Pero no sólo al trabajo. Si de repente no estoy en uno de mis mejores días o estoy un poco bajoneada, lo que hago es lo contrario: ponerle buena onda.
-Representás a Fundaleu y colaborás con distintas fundaciones…
-Represento a Fundaleu porque mi madre fue paciente y gracias a ellos mi mamá pudo vivir muchos años más, como muchas personas. Pero en la actualidad participo y colaboro con distintas instituciones, sobre todo soy muy activa en la Fundación Banco de Alimentos, que recibe productos de muchas empresas de la industria alimenticia que tienen productos que por alguna razón se van a descartar, a veces porque se abolló una lata o se rompió una puntita del envase, y lo llevamos adonde se necesita… Tengo adversión a que se tire la comida.
-¿Surgió como una necesidad personal o fuiste educada así?
-Yo soy hija de una maestra rural que empezó a ir a dedo a Del Viso desde Buenos Aires a un descampado para enseñar, primero en un vagón de tren, después en dos, y después con una cooperadora armaron una casilla de material, una escuela de ruta. Yo moría por ir con ella a esa escuela y en algún feriado o cuando podía faltar iba. Mi mamá era súper solidaria y yo crecí con eso. Y a los 17 me anotó como voluntaria del Hospital Garrahan e iba todos los sábados… Es algo que está conmigo desde siempre y elijo dedicar parte de mi tiempo a eso. Son todas cosas que forman parte de mi felicidad: mi familia, mis perfumes –es la directora creativa de Roses and Roses- que preparo en el laboratorio que tengo en casa, ayudar siempre que puedo en algo a alguien, actuar.
Texto: Ana Césari.