La llegada de Sol Pardo a crear su propia marca parece la de un cuento de fantasía: ella era estudiante de diseño de Indumentaria y Textil y para un trabajo de la facultad creó una “cup” que su profesora fotografió –con una modelo que habían llevado para la ocasión- y subió a las redes sociales: la repercusión fue inmediata. Esa misma noche Sol recibió un llamado de Harper´s Bazaar: querían su diseño para una producción de moda. Ella misma lo llevó al día siguiente y, apenas se publicó, recibió un mensaje de Laura Noetinger –la diseñadora de sombreros más exclusiva de la Argentina- y empezó a estudiar con ella. “Llegué por sorpresa a la sombrerería, la verdad. Empecé y descubrí en el camino”, dice ella. Pero claro: no hay casualidad ni suerte sin causalidad y trabajo.
Nieta de un artista plástico, cuando tenía apenas cuatro años ya su abuelo le enmarcó el primer cuadro y se formó en Bellas Artes desde muy chica. A los 17 ganó una beca Proyectarte para irse a Nueva York a estudiar. De regreso, estudió De Espectáculos y Vestuario. Después vivió un año en Europa y al volver empezó otra carrera: Diseño de Indumentaria y Textil.
-¿Cómo pasaste de ese momento de repercusión a crear una marca y un emprendimiento?
-El lanzamiento de la marca surgió porque cuando me empezaron a llamar yo estaba en la Universidad de Palermo estudiando y pedí autorización para que me dejaran hacer sólo sombreros en la cátedra de Gustavo Lento. Me dijeron que no, pero insistí y al final me dijeron que sí pero con la condición de que no usara ninguna materialidad ya existente en la sombrerería o que los fusionara de alguna otra manera. Y así empecé ya buscando algo distinto a lo que había: empecé directamente a hacer más “objetos portantes” más que sombreros.
-¿Habías pensado en hacer sombreros antes?
–Siempre me gustó probarme sombreros vintage y siempre me gustaron los detalles excéntricos ticos en el outfit. Sean gafas, sombreros, aros. De hecho, hoy en día trabajo sobre todo como diseñadora de accesorios, además de sombrerera.
-¿Cómo definirías lo que hacés?
-Lo que hago es una mezcla de pieza de diseño, pieza de arte y objeto. Todos los productos son únicos y hechos a mano el ciento por ciento. Creo que la mezcla de dos carreras de diseño y todo lo que me desarrollaron en artes plásticas desde muy chica está en lo que hago. Así que desde muy chica fui afinando el ojo y la motricidad fina… Y toda esa carga dramática que tienen mis sombreros se la debo a la carrera de vestuario. Y después en indumentaria todo ese vínculo tan fuerte con la moldería y las telas hizo que siguiera desarrollándome hasta llegar a estudiar y perfeccionarme para aprender específicamente sobre sombrerería. Es un mix entre arte y diseño, aunque nunca lo busqué. Yo quería hace piezas de diseño. Pero me sale así.
-¿Se volvieron aponer de moda los sombreros?
-Yo creo que el sombrero se vuelve a utilizar por dos razones: por un lado, las redes sociales y la selfie y todo esto de estar siempre sacándose fotos de la cara hace que sea un accesorio fundamental: genera una aureola en nuestra cabeza y de alguna manera lo complementa. Y por otro es súper importante la utilización de sombreros, tanto en los hombres como en las mujeres, porque el sol ya se sabe que hace daño y es necesario. Hoy es un auge cuidarse por lo estético y por la salud. El paradigma de la moda está cambiando y el sombrero es un accesorio que encaja como una pieza perfecta.
-¿Es una búsqueda que sean objetos únicos?
-Son todos hechos a mano y por lo tanto todos distintos, aunque quisiera no podría hacer dos iguales. Las piezas son hechas a mano, pintadas, intervenidas con bordados y demás. Son piezas tan complejas desde lo morfológico y a la vez tan simples, que podrían ser también piezas de museo. También es mi forma de trabajo: yo desarrollo los sombreros con la clienta o el cliente. Sea una marca, una revista o una persona.
-¿Cuáles son los materiales que usás?
-Los materiales que utilizo son acrílico, madera, fieltro y ahora paja toquilla, mal conocido como “Panamá hats”, gracias a la colaboración con Green Pacha, que es una marca que mantiene una comunidad en Ecuador de mujeres que tejen estos sombreros a mano y yo los intervengo. Esa va a ser la nueva colección. Y así tengo un proyecto green y amplio los materiales y la colección.
-¿En qué te inspirás?
-Yo siempre digo que a mí me gusta más estar en un museo o espacio de arte que en un desfile. Creo que es del mundo de las artes la inspiración y lo que consumimos cada día: hago grandes investigaciones para cada colección y uno está todo el tiempo estimulado viendo cosas y voy tomando y llevándolo a lo que hago. Es constante.
-¿Qué buscan tus clientas?
-Mis clientas vienen a mi taller buscando algo único, algo que no existe en el mercado. Y cuando digo clientas no es sólo una mujer que quiere un sombrero sino una revista que quiere hacer una tapa o una marca que quiere algo para la campaña, que no siempre es un sombrero sino un accesorio. Por eso les digo “objetos portantes”. Casi siempre es gente que sabe apreciar el objeto en sí. Que lo ve y dice: “qué interesante”.
-¿Lo hacés todo sola?
–Yo hago cada sombrero a mano de principio a fin. Sólo delego todo lo que sea cortes de láser, que hago los archivos en Internet y los mando a cortar en un taller. Y también las hormas, que las hago con Ezequiel Galasso, que es un joven luthier muy destacado internacionalmente. Con él encontré una gran dupla para sentarme a hacer piezas o resignificar hormas ya existentes en madera hechas a mano y lijadas a mano para poder tener mis propias morfologías y tipologías dentro del mundo de la sombrerería. Algo que no es muy habitual en el mundo de la sombrerería, que cada sombrerero tengo sus propias hormas. Juntos nos sentamos a desarrollar los diseños que quiero porque él también es diseñador. Creo mucho en los colectivos creativos y de esa manera salen cosas realmente interesantes.
-¿Con qué dificultades te encontraste al emprender, sobre todo algo que nos de consumo masivo?
-El camino de emprender en la Argentina a veces es una contra pero también tiene su pro: uno se tiene que aggiornar y ser más creativo para encontrar elementos o materiales, porque no siempre conseguís lo que querés. Entonces la idea también se va transformando. El emprendimiento en la Argentina es poco a poco, boca a boca, ir buscando, insistiendo. Sobre todo porque a la gente le cuesta ver y entender porque tienen que gastar tanto en un sombrero. Y la verdad es que hoy ya tengo circuitos que van creciendo incluso afuera del país. Y creo que si todo fuera tan fácil en la Argentina para un diseñador, no seríamos tan creativos y no tendríamos el lugar que hoy tenemos en el mundo.
-¿Qué proyectás para el futuro?
-Me gusta mucho también la dirección de arte y hago fashion films. De hecho, el año pasado gané el mejor fashion film argentino y el Fondo Nacional de las Artes me dio una beca a la Formación, así que en el final de 2017 y 2018 tengo que ir a Europa hacer dos posgrados en Dirección de Arte para Moda, que es algo muy específico que en la Argentina no existe. Así que quiero seguir formándome. Y Pardo Hats tiene una identidad que puede estar en cualquier país, así que voy a seguir proyectando. Y voy a seguir buscando nuevos materiales y cosas que me motiven, porque ante todo soy una persona muy curiosa. Y pretendo que el producto mejore y poder llevar la marca a ventas internacionales. Me encantaría vender en Japón, en Europa y en Estados Unidos. Hacer un proyecto de exportación y encontrar el nicho en el cual estos sombreros encajen.
Texto: Paula Bistagnino.
Fotos: Gentileza Sol Pardo.