Tini de Bucourt vivió en la India durante siete años y vuelve todos los octubres con un grupo de mujeres. Para Tini, la India es mucho más que el país del Taj Mahal o las vacas sagradas: es la piedra angular de la construcción personal. En India mía, Tini combina memorias con apuntes de viaje. Las paradas en Delhi, Jaipur o Bombay son hitos de un recorrido que es más espiritual que geográfico. Tini dice que la India te sacude las certezas. En este libro, sin embargo, se anima a explorar los contrastes del país que le reveló otra manera de ver la vida, porque le mostró otra manera de verse a sí misma.
Mujer multifacética: madre, abuela, empresaria, emprendedora, artista, diseñadora, especialista en técnicas corporales, escritora, conferencista. Es además creadora y directora de Actitud Tini de Bucourt, un programa personalizado dedicado a servir de inspiración y dar herramientas para que cada mujer haga de sí misma “una obra de arte”. Su misión, dice, es “inspirar a las mujeres a desarrollar su potencial individual, poner en marcha sus auténticos recursos y talentos, y desde allí tomar contacto con la pasión, motor fundamental para el despliegue de la belleza”.
-¿Siempre fuiste un persona espiritual o hubo algo en la vida que despertó esa necesidad? ¿Cuál fue el recorrido?
-La verdad es que no siempre. Pero partamos de la base de que todo ser humano cuando viene a este mundo tiene algo llamado alma y espiritualidad. Esto se va activando a medida que uno va creciendo y madurando. Después los grados dependen de cada persona y a algunos nunca les pasa. En mi caso, creo que con la muerte de mi padre a los 13 años esto empezó activarse. Pero no fue tan pronto. Fue algo más gradual que fue pasando a medida que crecía. Nunca fue con un fin específico.
-¿Cómo y cuándo nace tu conexión con la India?
-El día en el que me reencuentro después de 12 años con el que había sido mi novio en el año 84, cuando yo tenía 34, me puse de novia con un uruguayo que trabajaba en la embajada argentina pero lo trasladaron a Brasil y perdimos contacto. Y cuando nos reencontramos inesperadamente 12 años después. Y nos dimos un abrazo y fue tan increíble que me miró y me dijo: “Esta vez me vas a acompañar porque me voy a la India”. Eso fue el 24 de noviembre de 1997, nos casamos en abril del 98 y el 5 de octubre llegué a la India con él. Ese fue el comienzo de mi conexión con India. No me fui a hacer OM, sino a seguir a mi marido.
-¿Por qué te decidiste a escribir este libro?
-Fue una propuesta de la editorial. Y fue el puntapié para hacer un libro amoroso, simple, que es lo más complicado porque los comentarios son profundo: India es mi segunda madre, porque sin retarme y sin violencia, me ayudó a sacarme los disfraces y a ser la Tini más auténtica.
-Sos una mujer que siempre defendió la naturalidad del paso del tiempo mientras todos corrían la carrera antiage.
-Sí, y ahí tengo que hacer un homenaje a mi madre húngara, porque fue de ella de quien tomé la dignidad, que es el mayor valor que todos los seres humanos tenemos. Y hoy, a punto de cumplir 67 años, me hacen mucho sentido muchas de las cosas que ella tenía y que me enseñó y que estuvieron presentes incluso en mi escuela de modelos. Ahí también estuvo presente esta certeza de que todas las mujeres somos modelos, porque somos únicas en algún sentido, y que lo que nos da eso es el ser reales.
-¿Cómo se trabaja esa aceptación de que envejecemos?
-Creo que la vida se divide en dos: la primera etapa de la vida, hasta los cuarenta y pico, estamos muy preocupadas en armar nuestra base, el trabajo, el estudio, la familia, lo que fuera que cada una decida que será su base. Y ahí surge la gran pregunta que es como un vacío, cuando la intuición que yo llamo el alma, nos invita, nos desafía y nos provoca a encontrar qué es lo que queremos realmente hacer en la segunda parte de nuestras vidas. Y nos invita a poner en acción –, venimos con algo adentro de ahí viene actitud, que es el nombre de mis talleres- aquello que vinimos a hacer. Desde que nuestras madres nos dan a luz, nos regala la vida literalmente, tenemos una misión, una razón para estar acá. Y encontrar eso, el para qué estamos, es el desafío. Ponernos en marcha, buscar, encontrar, seguir buscando. No hay fracaso. Yo quiero poner de moda la vejez, que es una palabra que irrita, pero la vejez no desde lo seco y victimizado, sino vejez sabia. Yo quiero ser una mujer muy arrugada, con ojos brillantes, llena de vida. Porque lo que sé es que aprendí a poner en marcha mis deseos. Es lo que hago y lo que intento transmitir. Es para lo que trabajo: sacarnos de encima, atravesar, aceptar lo que nos pasa en esta vida para poder irnos de este plano livianos.
-¿Cuál es tu mejor secreto de felicidad y bienestar?
-Mi gran desafío es ser muy coherente con lo que trabajo en mis talleres. Y como yo ya encontré que la felicidad pasa por poner en marcha lo que me gusta, ese es mi secreto. Soy una mujer muy orgullosa de mi edad, madre y abuela feliz, me encanta la vida que tengo, y creo que el gran logro es no necesitar. Y cuando ya no hay reclamo y uno es feliz con lo que tiene, ahí está el secreto. Mi secreto, pero que no quiero mantener en secreto.
-Contanos en qué momentos no extraordinarios te sentís plena.
-Para mí un momento no extraordinarios son todos los días. Como todo ser humanos tengo días grises y aprendía estar en esos días grises y no taparlos. No los lleno de actividades sino que parafraseando a Rilke, el poeta que me encanta, entro a ese día gris, y ese día saca de mí algo completamente creativo. Y ese día me siento plena.
-Cuando mirás hacia atrás en la vida, cuáles son las cosas que sobresalen como las más importantes y trascendentes.
-Sin ningún lugar a dudas, el nacimiento de mis hijos, mi viaje y experiencia en India, mis nietos, y haber tomado a mis padres. Me pasé muchos años enojada con mi madre, porque mi padre se murió cuando era muy joven y yo muy chica, y estas emociones negativas ocupan mucho espacio dentro de uno… Y yo era esa que reclamaba. Y quizá, mirando para atrás, uno de los mayores logros en mi vida es que estoy profundamente feliz con los padres que tuve y mi vida después de eso empezó a ser plena. Y eso fue un gran trabajo y es un trabajo que hago cada día y que depende absolutamente de mí.
-El último libro que leíste: Vacío y plenitud, de Francois Cheng.
–Un aroma mágico: el sándalo.
-Un ritual cotidiano de belleza: dos meditaciones diarias, una a la mañana y una a la tarde. No hay nada que calme e ilumine más el rostro que la meditación.
-Un sueño pendiente: llegar a ser esa vieja arrugada con ojos brillantes, sabia y muy enamorada de la vida que me gustaría ser.