El Estado de las emociones: así podría referirse a México cada viajero que entra en contacto con alguna de las zonas de este país. País mágico que conquista con fuerza e intensidad. A simple vista, desde sus colores brillantes y sus jugadas combinaciones imposibles de pasar por alto. Desde sus comidas, con sabrosos ingredientes como el mole (rojo o negro, ¿cuál prefiere?), o lo osado de sus combinaciones gastronómicas: ¿alguna vez se le ocurrió probar chapulines colorados?, sí, esos parientes de los saltamontes que se sirven fritos y dentro de los tradicionales tacos. Desde su arquitectura natural, repleta de misterios ancestrales y civilizaciones perdidas, siempre dispuestas a dejar con la boca abierta a quienes se animan a atravesar sus ruinas o subir a sus templos. Y si las emociones no fueran su fuerte, ¿cómo celebrarían el día de sus muertos? Seguramente los colores no estarían presentes y las máscaras no serían parte de su identidad. México seduce intensamente, desde su vibrante apariencia y colorido, desde la calidez de sus arenas y puertos. Por tierra, desde las aguas oceánicas del Pacífico o del Atlántico, México es una caja de sorpresas para descubrir en cada oportunidad con mucha pasión.
Pueblos mágicos
Encontrar la historia fundacional de México pero también ver lo cotidiano de este país, alejado de la globalización de las grandes urbes, es el espíritu de la denominación que la Secretaría de Turismo le ha dado a algunas regiones. Una amplia lista donde hay algunos detalles para destacar. Al visitar la provincia de Guanajuato, vale la pena acercarse a San Miguel Allende que, por su posición estratégica en la ruta hacia las ciudades mineras, le dio en el siglo XVIII un esplendor del que hoy en día aún pueden apreciarse signos en sus casonas, palacios y edificios religiosos. Si caminando por sus calles se descubren pobladores hablando en inglés, no hay que sorprenderse, muchos de sus habitantes son estadounidenses. Un dato para agendar: estar para el 29 de septiembre en la zona es un aditivo extra. El pueblo se cubre con banderas y guirnaldas, reinan las procesiones, feria, música, danzas y fuegos artificiales para celebrar a San Miguel Arcángel. Lindando con este pueblo se encuentra Dolores Hidalgo, conocida como la Cuna de la Independencia porque fue allí donde la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en el atrio de la parroquia de Dolores, el padre Miguel Hidalgo dio “El Grito” que arengó a la población a dejar de ser el Reino de la Nueva España. Otros pueblos para tener en cuenta son: Cuitzeo, cuya riqueza arquitectónica está ligada a los conventos y templos; Izamal, con calles de adoquín, piedra y asfalto en este pueblo erigido sobre 12 colinas; Real del Monte, la región más alta que cruzaban quienes se dirigían a Tenochtitlán y que se encuentra a 2660 metros del nivel del mar.
Península de Yucatán
Cuando hay poco tiempo para recorrer, una excursión de pocos días puede ser una gran alternativa para quienes decidieron viajar a Cancún, uno de los destinos clásicos. A 320 kilómetros se encuentra Mérida, fundada sobre las ruinas de la ciudad maya de T’ho. La llamada “Ciudad Blanca” debe su apodo a los edificios de cal y canto que la pueblan. Actualmente con importantes hoteles donde antes había destacadas haciendas, es el paso inicial y la puerta a la cultura maya. Muy cerquita se encuentra Uxmal, la tres veces construida –tal su significado- con sus características estructuras: La pirámide del adivino; La casa del Gobernador, El cuadrángulo de las Monjas y la Casa de las tortugas. Prestar atención a las leyendas mayas y su misticismo es un espectáculo aparte. Luego de cenar, para los que prefieren “intervenir” las obras de arte ancestrales disfrutarán del espectáculo de luz y sonido que se da en las ruinas.
La próxima parada es un festín para los amantes de la arqueología y los espíritus ávidos de conocimientos. Reconocida como una de las nuevas 7 maravillas del mundo, Chichén Itzá además ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus edificios más importantes esconden secretos que una vez ahí invitan a ser revelados. En El Castillo o Pirámide de Kukulcán, durante el equinoccio de primavera luces y sombras se proyectan sobre las escalinatas de la gran pirámide haciendo descender la imagen como de una «serpiente emplumada», una experiencia natural que sorprende. También se encuentran: el campo de “El Juego de Pelota” Maya, el más grande que se haya descubierto en la región conocida como Mesoamérica, con 168 m de largo y 70 de ancho; y el Observatorio o «Caracol», llamado así por su curiosa forma circular que en su interior recrea una espiral. Para despedirse, el Cenote Sagrado, un gran espejo de agua de 60 m de diámetro, en el que se han encontrado anillos, collares y objetos de oro y jade y osamentas de jóvenes mujeres que fueron arrojadas a las aguas como ofrendas a Chaac, el dios maya de la lluvia.
Imperio surrealista
¿Se puede realizar una alianza entre el cemento que siempre remite a la ciudad y la vegetación salvaje que se encuentra en una selva? Para alguien como el británico Edward James, evidentemente sí. Casi es imposible describir lo que este particular personaje logró al crear Las Pozas, en el municipio de Xilitla, en el estado de San Luis Potosí. Aristócrata inglés, artista, poeta y mecenas (entre otros de Salvador Dalí), luego de un par de situaciones amorosas desdichadas y la insatisfacción profesional decidió retirarse de su país y entre otros destinos eligió Xilitla para el final. Mientras observaba la tupida vegetación de la zona y su poder para apoderarse del terreno, pensó en “crear algo que el tiempo no pudiera matar”, y así lo hizo. El jardín escultórico que se encuentra cerca de El Castillo, la que fuera su vivienda, es imponente. A esta zona se la conoce como la Huasteca Potosina, y además de admirar la obra de James, se puede recorrer, navegar los ríos, admirar las orquídeas salvajes, andar a caballo, o descubrir algunas de sus cuevas. Los que quieran alojarse en la posada del castillo también podrán hacerlo; hay que reservar con anticipación porque hay solo 24 habitaciones.
Los Cabos y el amor
El misticismo maya y la cultura azteca no están fuertemente presentes en este destino, el más cercano a su país limítrofe, Estados Unidos, pero no por eso pierde su magia. Todo lo contrario. El área de Los Cabos comprende Cabo San Lucas y San José del Cabo, en el extremo sur de la Península de Baja California, separada del resto de la República Mexicana por el Mar de Cortés. En el pasado era territorio de piratas que aprovechaban las cuevas que allí se formaron para esconderse, hoy son muchos los turistas que buscan descubrirlas. Una imagen imperdible es el Arco de Finisterra o de Fin del Mundo, una formación rocosa con paredes verticales que terminan en un arco. Es justo donde se unen el mar y el océano. Ahí está la Playa del Amor con la cueva de San Andrés, donde algunas parejas querrán comprobar si es cierto que entran dos y salen tres. Otros preferirán nadar con snorkel o participar de alguno de los torneos de pesca que allí se realizan. Muy cerca se encuentra Chihuahua, el estado más grande, y un México diferente para descubrir. Tierra de Pancho Villa, las comunidades Menonitas, y las Barrancas del Cobre.
Un viaje de película
El personaje que interpretaba Tim Robbins en Sueños de libertad ya había elegido el destino al que iría cuando saliera de la cárcel. ¿Por qué no liberarse de la presión diaria y seguir sus pasos? Para emularlo, Zihuatanejo es el destino. Este pueblo e Ixtapa están ubicados a sólo 20 minutos entre sí, creando un contraste necesario: la historicidad del primero con la practicidad turística del segundo. Una gran combinación para conocer las raíces, y pasar horas en la playa de arena muy fina, palmares y flores rosas. Si se va en familia, no hay problemas de que alguien se aburra, las actividades organizadas por los centros turísticos abarcan todas las edades, aunque es uno de los destinos más elegidos por quienes se van de luna de miel.
Texto: Patricia Gallardo
Asesoramiento y fotos: Gustavo Rodríguez de Náutica Viajes. Consejo de Promoción Turística México.