Nació en una familia de artistas. Nieta del gran Mariano Mores e hija de la ex cantante Silvia Mores, la balanza se inclinó hacia el arte pero no en el ámbito de la música como se podía prever.
Por de pronto, Mariana Fabbiani se dejó su apellido y no optó por el atajo que suponía adoptar el materno (que en realidad, era el de su abuela materna, adoptado como nombre artístico por su famoso abuelo). Empezó de abajo y sobresalió a fuerza de carisma y talento. Trabajó como modelo en diversos países y se hizo conocida por haber participado en un video de Luis Miguel, el de la canción “Suave” y luego empezó a trabajar como actriz. Pero su relación de pareja con Gastón Portal selló, en buena medida, su perfil profesional. Fue co-conductora de “PNP (Perdona nuestros pecados)”, programa pionero en repasar la semana televisiva y hacer informes con material de archivo, junto a su entonces futuro suegro, Raúl Portal.
Después de varios años, llegó “Mariana de casa”, un juego de palabras con la expresión “ama de casa”, en el que la premisa era que la conductora aprendía las tareas domésticas, dada su inexperiencia. Entre otros, la acompañaba el cocinero Martiniano Molina.
Su boda con el productor televisivo Gastón Portal fue soñada: al aire libre, en el campo, al atardecer. Eran la imagen de la pareja ideal: lindos, exitosos, jóvenes… hasta que el sueño se terminó. Increíblemente, cuando nada hacía preverlo, anunciaron su separación primero y el divorcio a continuación. Más allá de lo personal, seguían trabajando juntos, él como productor del programa que ella conducía: “RSM (Resumen de los medios)”. Sería injusto decir que se sentía la tensión, pero para el público era raro… y seguramente para ellos también. El tiempo pasó, desarmaron la sociedad y la hermosa y talentosa Mariana estaba en condiciones de hacer lo que quisiera, como quisiera y con quien se le antojara. Las ofertas no tardaron en llegar, varios canales y productoras estaban esperando que se disolviera la con Portal para ofrecerles diversos proyectos. Trabajó en Telefé y El Trece, en varios programas, con mayor o menor repercusión, pero siguió acumulando millas. Ya iba a llegar el programa que le permitiera demostrar lo que tenía para dar.
Quiso la vida que se cruzara con otro productor televisivo, tocayo él –Mariano Chihade– y con él no hubo gran boda ni la promesa de un futuro maravilloso: con él llegaron el amor y los hijos, Matilda y Máximo. Y con él pergeñaron el programa que le permitió el salto que la carrera de Mariana se merecíam, ella como conductora y él como productor. Así llegó “El diario de Mariana”, el programa de la tarde de El Trece que le permite al canal hacer muy buenos números a esa hora.
Lo cierto es que “El diario de Mariana” marcó un antes y un después en su carrera. El programa arrancó como un amable magazine de la tarde, que conducía junto a Humberto Tortonese, con quien ya había trabajado en “RSM”. Pero, un caso policial que conmovió a la opinión pública (la muerte de Ángeles Rawson) cambió la agenda y el estilo. La realidad se les metió de prepo y la conductora supo ponerse a la altura de las circunstancias. Lo que era un programa liviano se convirtió en un magazine diario que va de los bailes de Tinelli a la actualidad más cruda. Espectáculos y política conviven armónicamente, merced a su tacto y tino. Tanto mutó el programa que, de hecho, precipitó la partida del coequiper, que no se sentía cómodo en el nuevo formato. Con un panel que la acompaña, Marina demostró que era una conductora simpática, comprensiva, con un timing que más de un aspirante envidia y exhibe un valor que escasea, en particular en la tele: sentido común. Lejos de actuar una doña Rosa ingenua, se reveló como una mujer criteriosa, que piensa por sí misma, sabe ser incisiva sin lastimar y pone paños fríos cuando una situación se tensa en extremo. Además, es graciosa y cuenta con múltiples recursos para mantener a raya a su tropa. Algo así como el abecé del conductor televisivo.
Capricorniana, en enero cumplió 40 años. La nueva década la encontró bien plantada, con una carrera ascendente y la familia que siempre soñó. ¡Bien por ella!
Texto: Florencia Romeo.