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20 de junio, 2016

Valeria Lynch: “No me preocupan las arrugas, pero quiero ser abuela”

Con casi cinco décadas sobre un escenario y una trayectoria que incluye haber cantado en el Carnegie Hall de Nueva York y un premio Grammy a la excelencia, la cantante y artista habla de sus ganas de tener nietos y del paso del tiempo.

 

Empezó a cantar a los 17 años en La Botica del Ángel con Bergara Leumann y ahí la vio Alejandro Romay. Y se la llevó con él para hacer el musical Hair, un exitazo teatral a fines de la década del ’60 con el que empezó un camino de popularidad que nunca se detuvo. Valeria Lynch es una de las voces femeninas más populares del país y de América Latina: cantó en el Carnegie Hall en Nueva York, llenó 54 veces seguidas el teatro Astros y dos Luna Park de 11 mil personas en la década del ’80, se presentó en teatros de Europa y hasta Japón, y ganó el Premio Grammy a la Excelencia en 2014. Pero además el año pasado se dio el lujo y el gusto de llenar dos veces el Teatro Colón. Se define obsesiva y detallista a la hora de trabajar. Simpática, relajada, humilde y trabajadora, confiesa que no hay tiempo libre en su vida y que las satisfacciones que ha tenido sobre el escenario son tan enriquecedoras como las que le ha dado la docencia: desde hace 25 años, cuando fundó su primera escuela –hoy tiene 14 en todo el país-, forma a cientos de jóvenes en canto y comedia musical: “Son mi mayor orgullo: cada vez que veo a uno de ellos en un espectáculo, en la tele, haciendo lo que les gusta y pudiendo vivir de su pasión, me emociono”, dice. Además, todo su coro, con el que el 25 y 26 de junio se presenta en el Gran Rex con el espectáculo Grande Val!, son  también sus ex alumnos.

-Después de tantos años, ¿te seguís poniendo nerviosa cuándo vas a subir al escenario?

-Sí, cada vez es una nueva vez y es única. Y quiero hacerlo perfecto para esas personas que me están viendo en ese momento. Y cada vez me pongo nerviosa y me tiemblan las piernas. Hay un instante en el que siento que me muero de miedo, como si nunca lo hubiera hecho.

-¿Sos muy obsesiva?

-Creo que nunca es demasiado cuando se trata de la perfección y yo quiero que los shows sean perfectos. Por eso estoy en todo: los climas, la ropa, la escenografía, la selección de temas, dónde van el coro y los músicos en el escenario, la entrada de los invitados especiales… Yo necesito salir a cantar y pensar sólo en cantar. Porque quiero gastar el escenario.

-¿Cómo fue la experiencia el año pasado en Esperanza Mía?

-Ay, fue hermoso. Un placer todo el elenco y un placer hacer ficción y cantar. Así que estoy esperando que me llamen de nuevo. Cada vez que me lo cruzo a (Adrián) Suar, le digo que por favor me llame.

-¿Qué se necesita para ser cantante?

-Es fundamental tener talento, en primer lugar, pero después hay que pulirlo. Porque si no, es difícil llegar lejos. Lo que yo le digo siempre a mis alumnos es que nadie se hace de un día para el otro en este camino.

-¿Se necesita suerte también?

-Siempre hay un factor suerte, también, pero si no hay una base sólida, la suerte sola no alcanza. Y además tiene que haber humildad, perseverancia y disciplina. Hay muchos artistas que cuando llegan creen que ya no tienen que estudiar o seguir formándose.

-¿Seguís formándote?

-Sí, claro. Tengo un profesor de canto. Uno tiene que hacerse todos los días. Yo pienso que una artista, cuando tiene esa vocación verdadera, tiene toda la vida para formarse. Siempre hay algo nuevo para hacer, para probar, para aprender, para experimentar. Si uno no arriesga, es porque no tiene esa vocación. Pero uno sólo puede arriesgar cuando tiene una base sólida.

-Tenés 14 escuelas en todo el país. ¿Te gusta formar artistas?

-Me encanta ser docente y estoy muy presente en las escuelas: voy, tomo examen… Todo mi coro está formado por ex alumnos. Y tengo  aun montón que andan por ahí trabajando, creando: Alvarito Teruel -el cuarto Nochero-, Laurita Esquivel, Josefina Scaglione, Valeria Gastaldi, Santiago Ramundo que se fue a México. Son un montón. Hace 21 años que tenemos la escuela y a mí me da un orgullo… Somos la única escuela con título oficial del país.

-¿Es más difícil para la mujeres?

-Si hablo por mí, la verdad es que no puedo decir eso. Yo rompí el mito de que acá las mujeres no vendían discos. Pero bueno, no me pasó a mí y hablo desde mi experiencia. Pero hay machismo en todos lados, todavía hay… Igual, yo no sólo vendí discos, sino que tengo muchos hombres que me siguen.

-¿Qué te pasa cuando mirás el recorrido desde los 17 hasta hoy?

-A los 17 años uno se cree que se lleva el mundo por delante y más cuando empezás con un éxito, como fue Hair, que hacíamos dos funciones al día. Pero después fueron años de mucho trabajo y hoy puedo pensar: «¡Cuántas cosas hice, cuánto camino, cuántos sueños!». Y digo: “Misión cumplida”. Porque esto es lo que yo quería hacer.

-Inesperadamente, hace 9 años, ya más cerca de ser abuela, te convertiste en mamá de Tais, la hija de tu marido (su mamá falleció). ¿Cómo te sentís siendo madre de una adolescente ahora?

-Estoy feliz, felicísima, con mi hija… Porque Tais no es mi hija del corazón, es mi hija. Hace 9 años que vive conmigo, desde los 5 y ahora tiene 14. En aquel momento estábamos pensando en adoptar un hijo con Cau, porque teníamos ganas de ser padres y falleció Tamara (la mamá de la nena, la cantante de folclore Tamara Castro). Y me cambió la vida. Para mí fue volver a vivir, porque yo fui mamá de dos varones en otra época y ser mamá de una adolescente mujer implica otros cuidados. Y yo soy muy miedosa. Pero ella es un sol.

-¿Qué cuentas pendientes tenés?

-¡Ser abuela! Tengo dos hijos ya grandes (con su primer marido, Héctor Cavallero) y los vuelvo locos. No entiendo qué hacen estos chicos, qué esperan. ¡Quiero estar rodeada de nietos, de bebés, de chiquitos! Me encanta y me encanta estar rodeada de una gran familia…

-¿Cómo vivís el paso de los años?

-La edad y el paso del tiempo se viven de acuerdo a lo que uno vivió, cómo fue su vida. Yo estoy muy bien, me cuido -acaba de bajar 9 kilos-, pero no me preocupan las arrugas para nada. Es inevitable. Me importa ser feliz y además todavía tengo mucho, tanto por hacer.