Allá muy lejos quedó la infancia en su Montevideo natal, cuando empezó a modelar siendo todavía una preadolescente para marcas de medias can-can y esmaltes de uñas. Su belleza y su histrionismo, además de su mamá peluquera, le permitían jugar con la posibilidad de ser una estrella. Y ella ya soñaba con un futuro artístico, pero es probable que la realidad haya ido mucho más lejos de lo que por entonces podía imaginar: hoy Natalia Oreiro es una celebrity internacional –en la presentación de la película Gilda, había medios de Rusia y República Checa, entre muchos otros- y cada paso que da genera ecos en toda América Latina y también mucho más allá.
La película se estreno a mediados de septiembre y no sólo sigue en las carteleras de todo el país, sino que además sigue llenando salas. “Es una película hermosa y de la que estoy muy orgullosa. Pero además es un sueño cumplido para mí, un sueño que tiene muchísimos años, porque yo siempre fui fanática de ella, al punto de que en Muñeca brava le incorporé ese fanatismo a mi personaje”, confiesa. Y cuenta que la película no sólo atraviesa el éxito de la maestra jardinera convertida en cantante sino que cuenta también a la mujer, la madre, la esposa y la maestra que fue Myriam Alejandra Bianchi –el verdadero nombre de Gilda-, quien con una vida consolidada, un marido, dos hijos, un trabajo, a los 30 años decidió darle un volantazo a su vida y romper prejuicios tanto familiares como sociales para dedicarse a la música y a la cumbia en particular.
Compromiso de género
“Cuando me contaron la propuesta de AVON, sentí que era el mensaje que estaba esperando. Porque creo que esas mujeres que no son las que salen en la televisión, pero no por eso las llamaría “comunes”, son extraordinarias y sus vidas lo son. Por eso me gusta tanto representarlas. Y estar cerca de ellas, darles voz con mis personajes o ahora con esta propuesta, es maravilloso y muy inspirador”, dice la actriz. Y agrega: “Estoy convencida de que en toda mujer hay belleza y poder. Y que cuando se demuestra es capaz de generar grandes cambios en su entorno”.
Con un camino recorrido de más de 20 años en el mundo de los medios, desde que siendo todavía menor de edad dejó Uruguay y se vino a Buenos Aires en busca de un sueño, Natalia dice que esa fue su manera de empoderarse: luchar por sus deseos, ir detrás de sus objetivos. “Yo siempre salí a buscar lo que quería, atravesando todo lo que se me pusiera en el camino para conseguirlo. A medida que fui creciendo entendí que somos lo que queremos ser de nosotros mismos. Uno se va construyendo y eso se hace con decisiones”. Y el camino transitado hasta este presente demuestra que, tal como ella se define, es una persona bastante testaruda y cuando tengo un deseo profundo de algo, voy por eso y no me importa mucho lo negativo que puede surgir de mi entorno. Eso no quiere decir que las cosas salgan siempre como uno quiere. Pero cuando estás convencido, estás dispuesto a luchar y las frustraciones pueden superarse”.
Sobre su tarea como embajadora por el empoderamiento de las mujeres, dice: “Trabajar concretamente en oportunidades de desarrollo para la mujer, lo que más me motivó para unirme a esta compañía. Es una verdad indiscutida que al empoderar a una mujer se mejoran virtualmente todos los demás aspectos medibles de la sociedad. Yo como mujer creo fuertemente que el motivador más importante del empoderamiento de la mujer es lograr su independencia económica. Porque cuando la mujer logra un ingreso económico, logra mucho más. Logra autosuficiencia, confianza en sí misma e independencia, y es también ésta la base para detener flagelos como el de la violencia de género”.
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