Hay muchas maneras elegir una ruta de viaje: algunos se dejan llevar por la cocina, otros por la historia o el arte, y están los que buscan turismo aventura o fiestas populares. Pero otra forma, cada vez más habitual, es la de ir detrás de las huellas de un libro, una serie o una película. Y si de cine hablamos, hay una ruta que es casi imbatible: la legendaria -y amada en todo el mundo, generación tras generación- saga de Francis Ford Coppola, El Padrino.
Sicilia es de por sí un destino turísitico imperdible: esta gran isla italiana que parece colgar de la bota continental como si estuviera a punto de desprenderse, célebre por su volcán activo Etna, buscada por sus playas de arenas blancas y aguas turquesas, disfrutada por sus platos exquisitos con frutos de mar y de tierra únicos y su cultura popular tan diferente al resto de Europa. Pero además de mucha historia y paisajes fascinantes, Sicilia es simbólica e históricamente el territorio identificado con el origen de la mafia italiana más famosa en los Estados Unidos: la Cosa nostra. Y es por eso que en ningún otro lugar Coppola podría haber encontrado escenario para llevar a la pantalla grande la novela de Mario Puzo.
Empezar por el final no es lo recomendable, pero como la puerta de entrada a Sicilia suele ser Palermo -la capital y ciudad más grande-, lo primero que uno encontrará es el gran Teatro Massimo y su imponente escalinata en la que Michael Corleone (Al Pacino) llora la muerte de su hija Mary (Sofía Coppola) en el trágico final de la tercera y última parte de El Padrino.
Después de ese comienzo de viaje grandilocuente, y a apenas 57 kilómetros de allí, está la localidad de Corleone. Si bien, Coppola no filmo ni una sola escena allí -por cuestiones logísticas y de autorizaciones-, es la ciudad más emblemática de la historia: de allí salieron en la realidad los jefes de la mafia siciliana más salvajes y sanguinarios y allí nació Vito Corelone en la novela de Puzo. Es una localidad de apenas 12 mil habitantes con el encanto de muchas otras ciudades de Sicilia que están en medios de montañas y viven con el ritmo de un pueblo. Cerca de allí está la ciudad de Salemi, en la que no hay huellas de El Padrino, pero está el Museo de la Mafia; una visita allí enriquece la visita a esta isla con una historia tan particular.
El recorrido sigue por la costa sureste de la isla, sobre el Mar Jónico, una de las más hermosas de Sicilia. Allí, en la estación de tren de la súper exclusiva Taormina -ubicada en la provincia de Catania-, Coppola rodó el encuentro entre Michael Corleone (Al Pacino) y su ex-mujer, Kay (Diane Keaton). Aunque lo cierto es que en el film se llama Bagheria, Taormina es la locación verdadera. Desde allí se inicia un pequeño itinerario para el que hay excursiones organizadas por tres lugares del interior de la vecina provincia de Mesina. Uno es el encantador pueblo de montaña Forza D´Agro, cuyo perfil se usó en lugar de Corleone, donde se ve al Don Vito más joven huyendo de los mafiosos, donde Michael busca refugio y donde se rodaron muchos exteriores.
También allí está el restaurante Il Padrino, siempre lleno de turistas; tal como el Bar Vitelli, ubicado a unos pocos kilómetros en la vecina Savoca, que sigue igual al tiempo en el que se usó para la película y además tiene recuerdos del rodaje: las escenas en las que Michael pedía la mano de Apollonia a su padre.
Una buena manera de terminar este viaje siciliano es llegar hasta la bellísima chiesa de Santa Lucía, ubicada en el complejo del Monasterio de San Niccolo, donde se casaron los jóvenes. Aunque el verdadero cierre, acorde con el tono trágico de la trilogía, es llegar hasta el Castello degli Schiavi, cerca de la ciudad de Fiumefreddo, tesoro arquitectónico del siglo XVII y antigua residencia de los Corleone de Coppola: allí muere Apollonia en la explosión de su auto y allí muere Vito.
En todo el recorrido se podrán comprar desde imanes hasta prendedores, remeras y delantales, tazas y libretas, postales y bolsos con imágenes de Marlon Brando, Al Pacino y hasta Sony Corleone, o con el símbolo de la Cosa Nostra.
Texto: Paula Bistagnino